Arturo Illia condensa en su pensamiento y acción de gobierno los principios rectores que dieran origen a la Unión Cívica Radical y de los que nunca debiéramos habernos apartado.
Por Pedro Azcoiti
Una de las grandes preocupaciones de Arturo Humberto Illia durante su gobierno fue la educación.
Así fue como durante su gestión la Argentina registró los presupuestos más altos de la historia dedicados a la educación y la cultura: alrededor del 25% anual.
Acorde con la importancia que se le diera a la enseñanza técnica vinculada con los requerimientos de los sectores productivos, ya en mayo de 1964 se habían implementado curso de mecánica agrícola en 17 establecimientos y destacado 20 misiones monotécnicas y de cultura rural en distintas regiones del país.
11La suma invertida en construcciones escolares se multiplicó por nueve. Se impulsó la educación técnica, pudiendo afirmar el presidente en su mensaje inaugural de 1965 que “sus talleres, laboratorios y material escolar recibieron en 1964 inversiones que incrementaron en el 620% las del año anterior, proporción que superará el 1.000% de acuerdo a las previsiones para 1965. Se crearon y organizaron nuevos establecimientos y se aumentó en un 320% respecto de 1963 lo invertido en comedores escolares para estudiantes técnicos del medio rural”. [9]
En lo que hace a la educación primaria se habilitaron nuevos edificios escolares, especialmente en el interior del país. Poniéndose especial énfasis en asegurar la asistencialidad del sistema escolar. Así se instalaron cerca de 1.500 comedores escolares, dotándose además a 500.000 niños con equipos de útiles. Distribuyéndose entre 1965 y el primer semestre de 1966, 973 bibliotecas mínimas.
En 1965 se sancionó la Ley de Educación Cooperativa. El gobierno, fiel a su preocupación por el desarrollo integral de la población, lanzó un plan intensivo de alfabetización que fuera todo un ejemplo por los logros obtenidos.
A partir del 12 de abril de 1965, se puso en marcha el Plan Nacional de Alfabetización, contando el país para julio de ese año con 12.500 centros, con 350.000 alumnos de 16 a 85 años. Para completar la tarea de estos centros, se creó el Centro Nacional de Desarrollo de Comunidades, destinado a atender pequeñas poblaciones y de frontera.
Atento a su tradición radical, el gobierno de Illia mantuvo un celoso respeto por la vigencia de la autonomía universitaria y los postulados de la Reforma de 1918.
Por primera vez en mucho tiempo el presupuesto para educación superaba al de defensa. La libertad de cátedra fue absoluta y ningún docente o alumno se vio molestado por sus ideas.
Nada menos que el Premio Nobel de Química, Dr. Luis Federico Leloir, fue tal vez quien mejor sintetizó la situación de la ciencia y la educación en aquellos años: “La Argentina tuvo una brevísima edad de oro en las artes, la ciencia y la cultura, fue de 1963 a 1966”.
Pero a pesar de esa etapa de bonanza en materia educativa, a pesar del impulso creciente a la investigación científica, del auge que tomara la Editorial Universitaria de Buenos Aires (EUDEBA), a pesar de todo, sectores estudiantiles al amparo de la absoluta libertad que Illia les garantizaba sumaron su prédica a los sectores golpistas, sacaron sus bancos a las calles en demanda de mayor presupuesto y aportaron lo suyo para el derrocamiento del gobierno constitucional.
Lamentablemente cuando vieron los resultados de su accionar ya era tarde.
La entrada militar en la Universidad a partir de la denominada “Noche de los Bastones Largos” significó la pérdida de la autonomía, la reducción de los presupuestos educativos, la represión física, el oscurantismo y persecución ideológica, la declaración de ilegalidad para los organismos estudiantiles, entre otros males.
Doce mil profesores universitarios se alejaron de sus cargos a partir de aquellos días, provocándose un éxodo de cerebros del cual el país no se repondría jamás.
Del Libro "Volver a Illia"